?EVANGELIZAR Y HUMANIZAR LA CIUDAD?

Este domingo el Evangelio que leemos (Lc 15,1-32), nos presenta las llamadas parábolas de la misericordia de Dios. En realidad, son las respuestas en parábolas que el Señor da a los fariseos y los escribas que se escandalizaban y murmuraban contra Él: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,2). El Señor les responde con la parábola de la oveja perdida, de la moneda perdida y encontrada, y del padre misericordioso. Les dice: «Les aseguro que de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).

Desde ya que esta Palabra de Dios que leemos nos ayuda a profundizar sobre la necesaria conversión que tenemos que realizar los cristianos, tanto a nivel personal, como eclesial. En nuestra Diócesis nos hemos planteado en el primer Sínodo la necesidad de asumir el documento de Aparecida, sobre todo en los desafíos de ser Misioneros de Jesucristo, buscando nuevas estrategias de evangelización, y de ser más discípulos profundizando la formación como camino al discipulado. Todo esto se vio ratificado con el pontificado del Papa Francisco, a través de sus encíclicas, sus gestos y sus palabras.

El desafío de nuestro tiempo será salir a buscar a aquellos que no lo conocen a Dios, a los que no están. Es interesante la referencia específica que realiza Aparecida a los nuevos problemas que presenta la pastoral urbana y que también nos debe hacer reflexionar a nosotros: «La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas que se están gestando e imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología.

Esta mentalidad urbana se extiende también al mismo mundo rural. En definitiva, la ciudad trata de armonizar la necesidad del desarrollo con el desarrollo de las necesidades fracasando frecuentemente en este propósito… La Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su tiempo y se sirvió de ellas para extenderse. Por eso, podemos realizar con alegría y valentía la evangelización de la ciudad actual. Ante la nueva realidad de la ciudad se realizan en la Iglesia nuevas experiencias, tales como la renovación de las parroquias, sectorización, nuevos ministerios, nuevas asociaciones, grupos, comunidades y movimientos. Pero se notan actitudes de miedo a la pastoral urbana; tendencias a encerrarse en los métodos antiguos y de tomar una actitud de defensa ante la nueva cultura, de sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades» (DA 511-513).

En la Diócesis venimos buscando caminos que nos movilicen a vivir esta dimensión discipular y misionera, sabiendo que no podemos evangelizar si no amamos. Si no vemos al mundo y al hombre -varón y mujer concretos de hoy- con cierto optimismo, positivamente; si no tratamos de ver también que la semilla del Verbo está en nuestra realidad; si no tenemos una actitud de amor y diálogo, no podemos captar los códigos desde los cuales tendremos que evangelizar. Tendremos que proponernos vivir este espíritu de salida, un salir misionero, ir a todos, a los más alejados y a los que están más excluidos.

Como obispo y pastor de la diócesis, me alegra profundamente el esfuerzo de las comunidades por asumir el desafío de buscar caminos de misión que respondan a tantas demandas que se van intensificando. A veces nos sentimos insuficientes, pero debemos agradecer a Dios que nuestros laicos, consagrados, diáconos y sacerdotes ponen el corazón para que podamos ser una Iglesia cada día un poco más samaritana y misionera, que con misericordia sale al encuentro de los que sufren y están excluidos.

Este fin de semana en nuestro Santuario de Loreto, hemos tenido la «Asamblea diocesana de la Familia» en donde los matrimonios delegados de las parroquias y los movimientos eclesiales, junto al Secretariado diocesano para la Familia, nos planteamos el camino pastoral que vamos realizando desde «Amoris Laetitia», documento asumido en la Asamblea diocesana de junio de 2017 con el deseo de acompañar con misericordia desde la tarea evangelizadora a las familias de nuestra diócesis. Hemos puesto todo lo vivido a los pies de nuestra madre de Loreto. Ella es patrona de las familias y, desde el santuario de Loreto como «casa de Nazaret» acompaña con amor de madre las situaciones de alegría y dolor.

Pidamos que en este domingo las parábolas de la misericordia nos ayuden a ser una Iglesia Samaritana y misionera.

 

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

 Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

 

Actualidad - 00:01 15/09/2019