RESET

El sujeto neoliberal es un individuo cuya libertad se piensa que reside en la total asunción de responsabilidad en decisiones que pretenden estar guiadas por una racionalidad utilitarista y, por lo tanto, en su capacidad para pagar él mismo los eventuales costos que tengan. A priori se asume la libertad de este sujeto y se piensa que no depende de ningún contexto social, económico, institucional ni político. 

Esta es la base sobre la que se desarrolló el New Deal de mediados de los ´70 y que en Argentina generó la aparición de un nuevo sujeto histórico, el neoliberal argento, que cree que sólo gracias a su “esfuerzo” llegó a la situación en la que se encuentra y que el estado es el enemigo último en su cruzada contra el populismo.

Un rebrote de los liberales de los ´90 es la minoría intensa de los Libertarios. Jóvenes que se deglutieron el mensaje de Donald Trump y sus acólitos y, si los apurás un poco, están de acuerdo con todo lo que está haciendo Jair Bolsonaro en el Brasil. Las muertes incluídas. Por el Covid-19 y por las incursiones de la Policía Militar en cualquier barrio pobre de todo el territorio del vecino país. Para ellos, que fueron educados en el sistema público en su gran mayoría y tuvieron sus vacunas, el transporte, las rutas, el agua potable, las cloacas, la energía eléctrica y, en muchos casos, la educación universitaria gracias a las estructuras desarrolladas por el estado argentino, nada está bien y son sólo parias de sus propios deseos.

Esos deseos incluyen la posibilidad de ingresar a los Estados Unidos con una visa de trabajo e intentar el sueño americano, o que el gobierno argentino (cualquiera sea su color político) no le cobre impuestos. Ese sujeto considera que cualquier intervención del estado es una traba a sus deseos de desarrollarse social, económica y emocionalmente en las tierras al sur del trópico de Capricornio. Reniega de la salud pública, del desarrollo del conocimiento con inversión en ciencia y tecnología a través del CONICET y luego quiere que todas las patentes que se desarrollen sean de uso público, abierto y gratuito, aunque no tenga el capital necesario para iniciar su propio emprendimiento (que además debe brindárselo el estado a tasa cero o con subsidios).

Ese sujeto también considera que está bien que las grandes corporaciones nacionales (que se consolidaron a la sombra de subsidios pagados con los impuestos de todos los argentinos) dejen su capital fuera del país, que la fuguen, que no paguen impuestos y detesta a toda aquella persona que está dispuesta a cumplir con las leyes establecidas en la República. 

Ese personaje habla de la “plusvalía”, concebida como aquella que obtuvo pagando salarios de pobreza a empleados o técnicos muy capacitados, educados en las universidades públicas, respaldados por convenios colectivos de trabajo que, en los últimos cuatro años, dejaron los ingresos medios de los trabajadores por debajo de la línea de pobreza en casi todos los sectores. 

El neoliberal argento es muy de festejar la dolarización de la economía desarrollada por el menemismo, que continúa alabándose a sí mismo con “logros” como los mejores salarios de Latinoamérica y los menores índices de desempleo. Hay que recordar que lo hicieron a fuerza de tacheros, kioskeros, cuentapropistas y monotributistas reconvertidos luego del desmantelamiento de la industria nacional. La misma lógica que se impuso desde 2015 con la cerveza artesanal. Así nos fue.

Si la "nueva normalidad" es volver a salarios medios por debajo de la línea de pobreza en las PyMEs, y de indigencia en el comercio para las mujeres, los que vociferan que todo cambió (para que nada cambie) deberían llamarse a silencio.

La individualización y la privatización de las decisiones, y los costos que de ellas derivan, señalan una ruptura respecto de la racionalidad política propia de los Estados de Bienestar, donde tanto las decisiones como los costos se compartían, de alguna manera, con la colectividad. Los costos se compartían a través de medidas de protección y compensación de riesgos, además de la redistribución de la riqueza, y en los que tanto las decisiones como los costos estaban ligados al contexto en el que se desarrollaban.

La pandemia hizo colisionar ambos modelos. La pandemia hizo volar en pedazos los extremos opuestos. La pandemia nos ha dejado sin certezas, aislados. La pandemia termina en un mundo que será puesto a funcionar con la participación de la mujer en las decisiones, en todas. O no sucederá. La pandemia vino a hacer un Reset, pero el sistema operativo, con tantos parches, no debería reiniciar. La pandemia debería lograr uno nuevo que, quizá, genere una nueva normalidad, distinta, ajena, equilibrada y que tenga como centro a la persona humana.

Actualidad - 17:55 03/06/2020